En Beloso, donde los árboles todavía te saludan por la mañana y el aire tiene ese algo que te hace respirar más lento, está este adosado que no viene a convencerte. Viene a enamorarte.
Tres plantas, tres habitaciones, un mundo nuevo.
Abres la puerta y te recibe la planta baja con su garaje (para que el coche duerma donde se merece), un aseo práctico, y un salón-comedor que no se anda con tonterías. Espacioso, con acceso directo al jardín, como debe ser. La cocina, amplia, luminosa, también conecta con ese pequeño paraíso exterior donde ya te imagino tomando el café sin prisas. Todo fluye. Todo respira.
Bajas al sótano y te espera el txoko. No cualquier txoko. Uno de esos donde se cuecen historias, risas largas y sobremesas eternas. Lavadero para tenerlo todo en orden y trastero para guardar lo que no necesitas… pero tampoco quieres soltar.
Subes a la primera planta y los dormitorios te reciben con gusto. El principal con baño en suite, porque sí, porque lo mereces. Los otros dos, cada uno con su vestidor. No armarios empotrados tristes. Vestidores. Con espacio para lo que te pongas… o para lo que aún no te has comprado.
Y luego, la joya. La planta alta. Dos terrazas que gritan libertad. Y un espacio que puedes convertir en despacho, sala de juegos o un dormitorio más. Lo que quieras. Aquí no hay límites.
Orientación Norte-Sur. Luz todo el día. Calidez por dentro. Carácter por fuera.
No es para todos. Pero quizá, solo quizá, es justo para ti.
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